Ayudando al misionero a reintegrarse

regresando
Resumen

Mientras estabas lejos; las cosas cambiaron en casa e incluso tú cambiaste. Al volver, pudiste sentirte algo desubicado y sin que alguien te entienda. Esto, es tan sólo un poco de lo que experimentan los misioneros cuando regresan a su país de origen.

Fuente
Revista VAMOS

¿Te imaginabas que estos hombres y mujeres que sirven con pasión y valentía fuera de su país puedan estar atravesando una lucha interior más intensa dentro de su propia cultura?

Es que un misionero que regresa a casa enfrenta sentimientos encontrados: soledad, fracaso, depresión, sentido de poca importancia, entre otros. Así lo manifestó un misionero mexicano de SIM que sirve en Asia: “Lo más difícil fue el poder aceptar la realidad de mi país, de mi iglesia, y sobre todo de mi familia, las cosas cambiaron mucho, fueron cambios que yo no esperaba y sobre todo me sentía incomodo por no saber cómo actuar en algunas de las situaciones”.

Otro misionero de Guatemala que estuvo sirviendo junto a su familia con SIM, en un país de acceso creativo nos dijo lo siguiente: “Cuando volvimos a nuestro país esperábamos encontrar todo igual, no se nos ocurrió que nuestra familia, nuestros amigos y nuestra iglesia se habían adaptado a nuestra ausencia. Al llegar, los puestos ya no estaban vacantes; nos extrañaron, pero ya no hacíamos falta en las actividades y ministerios que dejamos al salir”.

Estos sentimientos son completamente normales, propios del cambio y parte del proceso de readaptación. Luchas con las que viven nuestros misioneros y en las que podemos ayudarles, empezando por entender esta situación.

Carlos y Lidia España, directores de Cuidado Integral de COMIBAM Internacional dicen que una de las cosas que debe entender la iglesia es que los misioneros, así como sufrieron un choque cultural al ir a servir en una cultura diferente, enfrentan uno mucho más fuerte cuando regresan a su propia cultura de origen ya que todo su mundo, tal y como lo conocían, ha cambiado. Muchos de estos cambios se deben a que el mismo misionero ha cambiado mientras estaban lejos y ahora perciben su mundo de manera distinta.

Por eso necesitan tiempo para procesar sus vivencias y volver a ubicarse en la “nueva realidad” que los rodea. Una forma de hacerlo es compartiendo todo lo vivido durante su experiencia en el campo; pero si la iglesia no tiene tiempo para escucharlos, esto crea en ellos desánimo y un sentido de poca importancia.

“Los misioneros buscamos cualquier oportunidad para hablar de lo vivido y vemos cómo a algunos no les interesa, son muy pocos los que nos escuchan y alaban a Dios junto con nosotros”, dijo Carlos.

Por otro lado, Karla, quien regresó después de estar seis meses sirviendo en Asia con SIM, ella se sintió de esta manera al regresar: “Lo más difícil que he experimentado es la desubicación, pues estuve en dos trabajos seculares en los cuales no encajé, ver la falta de empatía por parte de la iglesia…y tener en el corazón el deseo de regresar y que nadie me dé importancia, es un tiempo en el que te sientes más cerca de Dios, pues para Él sí eres importante y sí te entiende”, comentó.