Más del 50% de los misioneros fueron llamados en su niñez, por lo tanto Dios puede obrar de la misma forma hoy con nuestros niños.
Partiendo del trabajo con niños y jóvenes en la Iglesia, hablar de movilización es hablar de lo que conmueve el corazón de Jesús. Es hablar de lo que hay en el corazón de Dios. Los niños y los jóvenes son la fuerza y el dinamismo que necesita la Iglesia hoy.
Al ver la dura realidad por la que los niños y jóvenes viven en los campos de concentración (Siria, Libia, etc.), o al ver la realidad social que se expresa en maltrato infantil y la explotación o esclavitud laboral de niños, viene a mi mente la inocencia y la alegría desbordante que tienen y que a pesar de vivir en las condiciones en las que se encuentran, no pierden esa esencia, de tener siempre una sonrisa o una travesura que te demuestran que “todavía son niños”.
Cuando los niños ven una necesidad y aceptan esa realidad, no sólo lo atesoran para ellos, sino que están muy dispuestos a compartirlo, y los primeros con quienes comparten su sentir, son sus padres, y no descansan hasta que cada uno de sus familiares les preste atención con respecto a la necesidad de otros, y si se trata de otros niños, son más emotivos aún; luego van a sus colegios, maestros y a sus compañeros y hablan de lo que aprendieron.
Esta intensidad de compartir lo que saben o escuchan, los hacen tan útiles en la extensión del Reino, que en vez de movilizarlos sólo sería organizarlos, enseñarles la Palabra, discipularlos y darles las herramientas necesarias, mostrarles la condición del hombre, y decirles que hay esperanza para el hombre si se arrepiente, con esto, ellos pueden hacer el trabajo mejor que nosotros. Porque cuando ellos dicen una verdad, la dicen con pasión.
Por Ps. Caleb Obregón, Pastor de Niños y de Misiones sirviendo en EGM “Ministerios Cada Generación”. www.egmworld.org
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