Los esposos Betancourt, misioneros del ILV, fueron con sus dos hijas a las comunidades quechuas del Perú, donde no hay escuela, para trabajar en un programa de traducción y alfabetización. Sus hijas tenían 7 y 9 años de edad y vivieron dos años este desafío.
“El reto más grande para aprender la cultura y el idioma, era vivir en una comunidad quechua donde no había escuela para nuestras hijas”, dijo Lilliam, esposa. “En el pueblo que vivimos tampoco había luz, baño propio, hospital, entre otros”.
Como en el Perú no existe la opción de hacer “Escuela en casa”, los Betancourt oraron pidiendo a Dios una salida. Tras una conversación con la directora del colegio de las niñas, se dio la posibilidad de que ellos mismos puedan enseñarle a sus hijas.
“Era un reto y una gran responsabilidad. Nosotros debíamos de cumplir con todos los requerimientos y metas de la enseñanza mes a mes. Yo les enseñé todos los cursos de letras y mi esposo los de números. Dos veces al año teníamos que viajar a nuestra ciudad, donde estaba el colegio, para que las niñas sean evaluadas en todos los cursos, para la revisión de sus libros, cuadernos y demás. Fue una aventura de fe”, comentó Lilliam.
Esta fue una experiencia que los cuatro atesoran en el corazón, un tiempo bello para disfrutar de los hermanos quechuas y en el que las chicas pudieron hacer amistades con la gente de comunidad.
Vivir lejos de lo conocido y tradicional trajo algunos temores en cuanto a las decisiones para la educación de las niñas y la posibilidad de que queden desfasadas, pero los Betancourt saben que por gracia de Dios, se pudo suplir lo que tal vez ellos mismos no podían.
“Nuestra confianza y paz era que estábamos haciendo lo que Dios quería que hagamos. El Señor nos abrió la puerta más grande que era la aprobación del colegio para que nosotros mismos seamos maestros de nuestras hijas. Luego cada día el Señor nos ayudaba y nos daba gracia con todas nuestras responsabilidades”, dijo Lilliam.
Pasado el tiempo, las chicas continuaron sus estudios regulares en la ciudad de Huánuco y aunque a raíz de los años estudiando en casa perdieron algunos cursos como computación, educación física e inglés, pudieron nivelarse y confían en el Señor que podrá suplir las necesidades para estudiar lo que les falta.
En medio de todo esto y por la misericordia del Señor, ellas mantuvieron su amor por el estudio. Lilliam cuenta con emoción que aunque fue difícil, Dios se ocupó de lo que necesitaban y no han sido avergonzados, sino por el contrario, reciben con gozo las bendiciones de su esfuerzo.
“Recordemos que si estamos siguiendo los planes del Señor y poniéndolo en el primer lugar, nadie que pone su confianza en el Señor será avergonzado. El honra a los que le honran.
Dios nos dio la bendición de que nuestras hijas conservaran su buen nivel de estudios en el resto de sus años en el colegio, manteniéndose en los primeros lugares. Esto les ha servido para su ingreso directo a la universidad.
“Estamos seguros que el Señor nos proveerá conforme a sus riquezas en gloria tal y como lo hizo hasta ahora”.
Si deseas conocer mas sobre este tema, entra al siguiente link: hijos-de-misioneros