Puede ser que no tengas un llamado a salir de tu ciudad como sucedió con Abraham, pero sí tienes un llamado a IR. “No todos somos misioneros transculturales, pero TODOS somos responsables de la evangelización mundial. ¿Cómo puedes hacerlo e involucrarte más en misiones? De eso hablaremos en nuestras próximas secciones. Por lo pronto, te invito a ser un misionero en línea a través de “Global Media Outreach”.
TU Y LAS MISIONES – Todos somos responsables
¿Eres creyente? Entonces estás identificado con la obra misionera. ¿Sabías que Dios puso en tus manos un ministerio global? ¿Lo estás ejerciendo en toda su capacidad? Si no es así, hoy tienes la oportunidad de comenzar a desarrollar a mayor capacidad tu ministerio como hijo de Dios. En 2 Corintios 5:17-20 nos dice que Dios nos hace nuevas criaturas, todo es hecho nuevo y entonces nos encarga el ministerio de la reconciliación. Más aún, nos ha nombrado embajadores en nombre de Cristo. El evangelio de Mateo registra que Jesús al despedirse nos dijo: “Id y haced discípulos a todas las naciones…” (Mateo 28:19)
Si eres un creyente nacido de nuevo, Dios confió en ti y puso en tus manos un ministerio de alcance mundial. Hoy más que nunca antes tenemos los recursos para cubrir la tierra con el evangelio del Reino.
TU Y LAS MISIONES – Somos enviados
Génesis 1:28 registra las primeras palabras que Dios les dirigió a Adán y Eva. Los bendijo al declararles su propósito. Les dijo que se fructificara, dieran fruto de lo que eran, imagen de Dios. Ese fruto debe ser multiplicado al extremo de llenar toda la tierra. Desde el principio Dios vio una tierra llena de seres humanos hechos a su imagen y semejanza y que tenían comunión íntima con él.
Wow, qué privilegio. Dios contó con nosotros desde el principio para hacer posible que toda la tierra le adorara. Lamentablemente aquella comunión tan íntima se rompió al entrar el pecado, pero Dios siguió contando con ellos y puso en efecto un plan de redención el cual vendría a través de la simiente de la mujer. El sueño Dios de ver toda la tierra llena de hombres y mujeres que le adoraran ahora requería un sacrificio mayor. Dios mismo pagaría el precio, pero su propósito se cumpliría. Por eso fue tan drástico el juicio en Babel. Génesis 11 nos narra que la actitud de los hombres era contraria al propósito de Dios. Ellos propusieron edificar una torre “que llegue hasta el cielo.
De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra”. (Gen.11:4) A esa actitud de no querer ser dispersados le llamo: Síndrome de Babel. Es muy común que escuchemos entre nuestra gente decir “para hacer misiones no hay que ir tan lejos, ¿para que ir tan lejos cuando aquí hay tanta necesidad???, “Esa expresión es fruto del Síndrome de Babel. Es Dios quien quiere llegar lejos. Es Dios quien desea que este evangelio sea dispersado por toda la tierra. Ha sido su plan y propósito desde el principio.
Poner todo nuestro esfuerzo porque este evangelio del Reino llegue donde no ha llegado es estar alineado con corazón de Dios. Si a Dios le interesa llegar lejos… ¿nos debe interesar a nosotros? ¿De qué forma podemos evitar el síndrome de Babel y trabajar para que este evangelio sea dispersado por toda la tierra?
TU Y LAS MISIONES – Hasta los confines de la tierra
La vez pasada establecimos que “síndrome de Babel” es esa actitud de querer evitar ser esparcidos por toda la tierra”, una actitud que ha prevalecido en toda la historia de la iglesia y prevalece hasta hoy. Concluimos con esta pregunta: ¿De qué forma podemos evitar el síndrome de Babel y trabajar para que este evangelio sea dispersado por toda la tierra? Necesitamos estar conscientes del propósito y plan divinos y trabajar a favor de él. Evitamos el síndrome de Babel si vemos misiones desde la perspectiva de Dios y no meros conceptos. Dios es quien se interesa en que llevemos el evangelio a los confines de la tierra. Dios es quien quiere bendecir las naciones. En Génesis 12 encontramos que Dios le hace un llamado a Abram y le promete hacer de él una nación grande y en él serían benditas TODAS las familias de la tierra.
A través de la simiente de la mujer Dios traería redención para la humanidad. Trazó un plan escogiendo a un hombre. A través del linaje de Abram, a quien luego llamó Abraham, vendría el redentor. Dios formó del linaje de Abraham el pueblo de Israel a quienes declaró ser un “reino de sacerdotes y gente santa” (Exodo 19:3-6) A este pueblo le dio la responsabilidad de proclamar al Dios de Israel entre las naciones. David, en el Salmo 67 recoge muy bien la tarea asignada a Israel. David expresa que la misericordia y la bendición de Dios sobre el pueblo tiene un único y claro propósito: “para que sea conocido en la tierra tu camino, en TODAS las naciones tu salvación. (Salmo 67:2)
La bendición de Dios sobre nuestra vida nos da la responsabilidad de compartirla, no solo a los nuestros o a los que tenemos cerca; sino a todos los pueblos de la tierra. Dios habló al profeta Isaías amonestando al pueblo a no ser egoísta ni limitarlo a él como su Dios. Expresa Isaías 49:6 “Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar a las tribus de Jacob o para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra.” Amado lector, si crees que Dios quiere usarte solo para alcanzar a los tuyos y a tu pueblo, estás haciendo a Dios pequeño. Claro que Dios quiere que te ocupes en alcanzarlos, pero Dios te ha dado un llamado más amplio y poderoso: “ser luz a las naciones”. Te invito a usar todos los medios y recursos que Dios pone en tus manos para que extiendas el evangelio del reino en todo el mundo. Dios quiere usar tu vida más allá de lo que piensas. Evita la actitud del síndrome de Babel permitiéndole al Señor usar tu vida para impactar las naciones de la tierra.
TÚ Y LAS MISIONES – Una misión compartida
La Gran Comisión se expresa en las palabras de despedida de Jesús antes de ascender a los cielos luego de la resurrección. No podemos comprender a cabalidad la Gran Comisión, si no comprendemos la Misión.
La palabra comisión es una palabra compuesta: co-misión. Significa una misión compartida. Alguien hace a otro partícipe de su misión. En este caso, es Cristo mismo quien nos hace partícipes de su misión. ¿Cuál fue la misión de Jesús? Esta se origina en la promesa expresada por Dios en el Edén (Génesis 3:15).
Cuando Adán y Eva pecaron sucedió una doble ruptura: Se perdió la comunión con Dios y se perdió el gobierno sobre la creación, siendo otorgado a Satanás. Dios se dio a la tarea de redimir al hombre, a través del cual gobernaría sobre toda su creación. Por eso encontramos a un Jesús Rey, del linaje de David, de la tribu de Judá. Jesús vino a proclamar el Reino de Dios, el gobierno de Dios sobre las naciones de la tierra. Era un gobierno que no se impondría por vencer la opresión del imperio romano de aquel entonces.
Era un gobierno que se establecería en el corazón del ser creado por Dios para entonces gobernar entre las naciones. Por otro lado, vemos a un Jesús Sumo Sacerdote, conforme al orden de Melquisedec. Este sumo sacerdote no ofreció un sacrificio, sino que él mismo se ofreció en sacrificio, una sola vez y para siempre. Es decir que la misión de Dios tiene un doble propósito: restaurar la comunión del ser humano con Dios y el gobierno de Dios sobre toda la creación.
En el Edén, Adán y Eva prestaron atención a Satanás, dejando entrar el pecado y por consiguiente la muerte. En el Calvario, Jesús venció el pecado, a la muerte y al diablo. Ante la victoria de la resurrección expresa: “Toda autoridad me es dada en los cielos y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones…” La misión de Dios es ahora nuestra misión. ¿Estás haciendo tu parte para cumplir este mandato?
TÚ Y LAS MISIONES – Comunicar las Buenas Noticias
La resurrección de Jesús hizo posible varias cosas. Él vino a pagar el precio por el pecado de la humanidad. Dice Lucas 19.10 que “vino a buscar y salvar lo que se había perdido.” Fuimos creados para adorar y tener comunión con Dios y ese vínculo se rompió en el Edén, pero se restauró en el Calvario.
Al morir en la cruz, ocupó nuestro lugar y al resucitar, hizo real la vida eterna para toda la raza humana. La resurrección de Jesús puso el evangelio, las buenas noticias de que a través del arrepentimiento y confesar a Jesús, toda persona tiene salvación y vida eterna. Antes del sacrificio de Jesús, había que ser judío, ahora el evangelio estaba disponible para todos.
Qué gran victoria. Desde el principio Dios trazó un Plan de Redención para TODA la humanidad. Ahora estaba disponible. Es entonces cuando Jesús les declara a sus discípulos que TODA autoridad le ha sido dada en el cielo y en la tierra. A través de su sacrificio, Jesús venció la muerte (1 Corintios 15:26), el pecado (Romanos 6:6) y el diablo (hebreos 2:14). Ahora hay salvación, ahora puedes ser libre de la condenación, ahora hay vida eterna en Cristo Jesús. ¡¡Esa buena noticia hay que comunicarla!! Imagino el entusiasmo de Jesús al decirle a los discípulos, “vayan y hagan discípulos en TODAS las naciones…, vayan por TODO el mundo y prediquen el evangelio a TODA criatura…” Jesús no solo quería que fueran a todos los países (mundo), sino a todas las naciones (etnias). El deseo de Dios es que ninguno perezca, sino que TODOS procedan al arrepentimiento. (2 Pedro 3:9)
La resurrección hizo posible el mandato de predicar a todas las naciones, hizo posible que tuviéramos un mensaje qué comunicar, nos dio el modelo de entrega y humildad en Cristo y nos dio el poder para proclamar este mensaje. La resurrección nos da una clara visión de la misión de Dios, ahora otorgada a la iglesia. Debemos exclamar como los apóstoles: “No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.” Es mi oración que durante estos días de semana santa muchos vengan al conocimiento de la verdad de Dios que hoy está disponible a todas las familias de la tierra.
TÚ Y LAS MISIONES – Bendecir a toda gente
El pacto de Dios con Abraham tenía como objetivo principal el ser de bendición a “todas las familias de la tierra.” En la antigüedad el mundo no se dividía en países con fronteras geopolíticas, sino por grupos humanos. Ejemplo: Los edomitas, moabitas, hebreos, jebuseos, y otros. Dios siempre mantuvo en mente llegar a cada grupo humano.
Aunque para los judíos los gentiles eran escoria, Jesús les demostró que el Reino de Dios era para todos. Luego de leer el rollo, ante el escepticismo de los líderes de la época, Jesús les reseñó dos incidentes en los que Dios atendió a gentiles en lugar de judíos. Les citó a Elías y la provisión a la viuda de Sarepta de Sidón y la sanidad a Naamán el sirio (Lucas 4:20-28). Jesús sanó el siervo del Centurión romano (Mateo 8:5-13) y a la mujer cananea (Mateo 15:21-28) y en ambos casos exaltó la fe de ellos. También ministró en la aldea de los samaritanos, aunque estos no lo apreciaron de primera instancia, pero luego posó con ellos (Lucas 9:51-55, Juan 4:39-40) y unos griegos en Jerusalén también le buscaban. (Juan 12:20-21). Para los discípulos entender esto era muy difícil. Para nosotros es sencillo que Jesús atienda a todos, pero en el contexto que él se movía, estas acciones eran contrarias y controversiales. Jesús fue altamente criticado por estar entre publicanos y pecadores. Jesús se deleitaba en estar con aquellos pequeños que necesitaban de él y lo reconocían, en lugar de estar con líderes religiosos que ni siquiera le reconocían. De igual forma hoy Dios quiere llegar a la gente que no le conoce. Misiones habla de poner el evangelio disponible donde no está. Necesitamos ser intencionales en alcanzar más “centuriones romanos”, “viudas de Sarepta” y “leprosos de Siria.” Necesitamos llegar a más “aldeas de samaritanos”. En otras palabras, prestar mayor atención a quienes tienen menos posibilidades oír este evangelio del Reino. Seguir el modelo del ministerio de Jesús.
TÚ Y LAS MISIONES – Nueva creaturas
¿Sabía usted que una vez se convierte, tiene un ministerio delegado y una posición otorgada? El apóstol Pablo nos habla en 2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo es una nueva creación, las cosas viejas pasaron y he aquí todo es hecho nuevo.”
Qué tremenda noticia es saber que no importa cuál haya sido nuestro pasado, en el momento que venimos a Cristo somos hechos nueva criatura, nueva creación, Dios nos hace de nuevo. A esto Jesús lo llamó “nuevo nacimiento”. (Juan 3). La garantía de Dios es que lo viejo pasó, ahora todo es hecho nuevo. Dentro de eso nuevo está la reconciliación. Ya no somos hijos de ira, ahora somos socios de Dios. El vs. 18 dice: “…quien nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación.” El vs. 19 dice “…y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo…”
Wow, Dios nos trae y nos levanta del hoyo, del pecado, de la esclavitud, de la muerte eterna. Nos rescata y nos hace nuevas criaturas. Luego nos da un ministerio, el asociarnos con él para que otros sean reconciliados con Dios. Y para ello nos posiciona, nos hace “embajadores”, o sea, representantes de Su reino para traer palabra de reconciliación, de paz y esperanza a un mundo que se pierde.
¿De qué se trató la misión de Jesús? Precisamente de reconciliar al hombre con Dios. Cristo llevó el pecado y a través de su sacrificio, mediante el arrepentimiento, encontramos perdón, salvación y vida eterna. Recibimos a Jesús no solo como salvador, sino también como Señor de nuestra vida. Él es quien gobierna y el hacer Su voluntad es nuestro norte. Su voluntad es que reconciliemos a otros con Dios. Que compartamos la palabra de reconciliación, de esperanza, de transformación de vida. Eso es hacer misiones. Nos cualifica el que somos nueva criatura, que hemos recibido un ministerio y una posición para ejercerlo, desde nuestra Jerusalén hasta lo último de la tierra. ¿En qué forma estás cumpliendo con tu llamado? ¿En qué forma estás involucrado en misiones?
TÚ Y LAS MISIONES – Hacer discípulos
¿Cómo defines la Gran Comisión? Estudios comprueban que la mayoría de los creyentes no pueden expresar una definición bíblica de lo que es la Gran Comisión. El verso más completo sobre la Gran Comisión lo encontramos en Mateo 28:19-20: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Veamos por un momento algunos elementos que encontramos en esta expresión de Jesús.
La construcción gramatical en el griego de “id y haced” tiene implícito un sentido de urgencia. El mandato de id y haced es el resultado de lo expresado anteriormente: “Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra.” A través de su sacrificio, Cristo venció la muerte, el pecado y al diablo.
Eso hizo accesible la salvación para todas las familias de la tierra. Ellos tienen que saber. Jesús establece la iglesia y le da un mandato de llegar a todo el mundo (hablando de países) y a todas las naciones (hablando de grupos étnicos) con este mensaje redentor. La meta de Jesús es que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento. Para eso necesitan conocer lo que Él ya hizo por todos. El llamado es a hacer discípulos.
Discipulado no es saber más Biblia, es conocer la verdad de Dios para vivirla y trasmitirla. El discipulado genuino está basado en la Gran Comisión. Conoces lo que tienes en Dios y quien eres en Dios: un embajador para reconciliar al mundo con Dios.
Ante esta ardua y poderosa tarea, Jesús garantizó que estaría con nosotros todos los días hasta el fin. Comúnmente se saca de contexto esta promesa, pero esta garantía está directamente ligada a tu compromiso de obedecer el mandato de la Gran Comisión. Hace un tiempo analizamos estos versos con mis estudiantes de misiones y la redefinimos de esta forma: “La Gran Comisión es mi compromiso personal con Dios de ir y hacer discípulos a todas las naciones desde el lugar donde estoy.”
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