Hace ya algunos años tuve la oportunidad de conocer a un pastor de una iglesia pequeña.
Su corazón era muy sensible a la voz del Señor y a su llamado por la misión mundial, sin embargo, dado su contexto no había podido llevar a su congregación un paso más adelante en el involucramiento en ello.
Por la gracia de Dios pudimos comenzar un programa de inducción a las misiones en aquella iglesia.
Durante las sesiones que tuvimos revisamos diferentes puntos del involucramiento de una iglesia en la misión de Dios.
Pronto comencé a observar que las personas que asistían comenzaron a entender el plan de Dios para las misiones mundiales y comenzaron a hacer ajustes en sus vidas para involucrarse de alguna manera en la misión transcultural.
Varios de ellos manifestaron estar siendo movidos por el Señor para involucrarse en proyectos misioneros.
Otros, desearon comenzar a servir en organizaciones que estuvieran involucradas en la misión transcultural. Y después de ello, por iniciativa del comité de misiones que recién se estaba formando, la iglesia tomó la decisión de comenzar a apoyar a un misionero que estaba sirviendo en la traducción de la Biblia desde Chile.
A pesar de ser una congregación de recursos limitados, sus ofrendas fueron constantes por varios años, sin mencionar que, como dijo Pablo, dieron más allá de sus fuerzas.
Hasta el día de hoy, oran por las misiones y ofrendan cada vez que tienen la oportunidad de hacerlo.
Para la gloria de Dios, el entrenamiento que recibieron aquellas personas, y la ayuda que ello significó para la visión de involucrarse en misiones para su pastor, permitió que una congregación que no sabía y por lo tanto, no le interesaba misiones, se convirtieran en uno de los principales ofrendantes de una familia misionera.
Por Danilo Pizarro Ulloa, profesor de Misionología, ha trabajado años en traducción y alfabetización (LETRA Chile) y enseña y capacita en seminarios.)
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