Muchos afirmamos que la cosa más maravillosa que pasó en nuestras vidas, es el hecho de ser hijos de Dios. Disfrutamos de su amor, bendiciones y nos gozamos de pertenecer a la Iglesia de Cristo, pero nos estamos convirtiendo en cristianos egocéntricos y nos concentramos en nuestras necesidades mas no en nuestras responsabilidades, olvidando que la tarea suprema de la iglesia es la evangelización del mundo. Hay suficientes pruebas en la Palabra de Dios acerca de esta responsabilidad de testificar de Cristo.
La evangelización es importante: Porque es el único mandamiento que nuestro Señor Jesucristo ha dejado a su iglesia antes retornar al cielo. (Mt 28:19; Luc 24:47; Hch 1:8)
El Señor Jesucristo después de realizar la obra redentora en la tierra, y antes de partir a la gloria de Su Padre, nos dejó una tarea muy importante que debe ser la prioridad de todos sus hijos: “Id por todo el mundo y haced discípulos de todas las naciones…” “que se predique el mensaje del arrepentimiento y perdón de pecados en todas las naciones” “cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria hasta lo último de la tierra”. Se puede observar que la visión de Dios no solamente es la iglesia local o un determinado pueblo, sino todo el mundo para ser salvado. Una visión mundial. Dios ama al mundo, Cristo murió por todos los pecadores, y es nuestro deber ir a todo el mundo a predicarlo.
Algunas iglesias tenemos una visión limitada: estamos enfocados en nuestras necesidades y apenas queremos llegar con el Evangelio a nuestra localidad, o región; y otros lamentablemente ni nos preocupamos por la evangelización, quizá porque pensamos que es tarea de los misioneros o predicadores, mas no de toda la iglesia. Es momento de reflexionar y recordar nuestra verdadera misión: llevar el evangelio a todo el mundo, a toda persona (Mateo 24:14). Porque TODOS los cristianos somos responsables de anunciar el mensaje de salvación a toda persona, sin distinción alguna. (Rom 10:13-15; Ez 3:17- 21)
La Palabra de Dios, como fuente de la única Verdad y Vida, afirma con toda claridad que solamente serán salvos aquellas personas que crean y reconozcan al Señor Jesucristo como su Señor y Salvador personal; y los que no creen en Él irán a la condenación eterna. Hoy en día en nuestra ciudad y el mundo entero existe muchísima gente que no conocen a Cristo. No creen porque nunca han escuchado de Jesús, porque no hay quien les predique de Él. (Rom. 10:14)
La pregunta para cada uno de nosotros es ¿Qué estamos haciendo para que ellos lleguen a conocer y creer en Cristo? No podemos negar que somos responsables de cada persona que se pierde. Dios nos ha puesto como sus representantes aquí en la tierra, por tanto, cada uno tiene la autoridad de amonestar a los pecadores para que se arrepientan. Es nuestro deber presentar a Cristo como la única persona quien perdona pecados y dar la vida eterna. Si no corregimos a la persona perdida y muere en esa condición se irá a la condenación eterna, y a nosotros nos juzgará Dios y seremos culpables de su sangre. Estas palabras deberían motivarnos a ocuparnos más en la misión de evangelizar. Podemos hacer esto de muchas formas: compartiendo el Evangelio, o enviando misioneros a los lugares donde falta que llegue el Evangelio u orando para que la gente se convierta y para que Dios envíe más obreros a Su mies.
Es mi oración de cada día, que la iglesia tome conciencia y empiece con su verdadera tarea, y las palabras del apóstol Pablo esté en cada corazón “Ay de mí sino predicare el Evangelio” (1 Cor 9:16).
Por Enrique Merma, pastor de la IEP en Moquegua, en Perú
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