Desde que tengo memoria, me ha cautivado la idea de que reproducimos en los otros. Reproduciremos no solo lo que decimos, sino quiénes somos.
La paternidad es un ministerio, lo que somos les enseña a los hijos más que lo que decimos, por lo que debemos ser lo que queremos que nuestros hijos sean. Nuestros hijos saben si somos sinceros o no, ven a través de nuestras máscaras de manera que los adultos a menudo no podemos.
Solíamos pasar mucho tiempo en el ministerio, y nuestros hijos nos acompañaban a todos lados, pero un día el Señor nos mostró que nuestros hijos nos necesitaban como padres y necesitaban estar con otros niños de su misma edad.
Los padres somos los primeros responsables en enseñar a nuestros hijos sobre el Señor. Es muy fácil pensar que alguien más lo hará por nosotros.
A raíz de eso, cambiamos nuestros horarios para estar más tiempo con nuestros hijos. Empezamos a hacer estudios bíblicos nuevamente y a discipularlos, además de pasar tiempo con ellos haciendo cosas que les gusta hacer.
Si bien no somos padres perfectos, hemos aprendido a:
- Hacer de nuestro hogar un refugio y un lugar seguro para toda la familia.
- Establecer límites en cuanto al ministerio para que los hijos disfruten de estar en casa.
- Asegurarnos de tener energía suficiente para pasar tiempo con ellos e invertir en el área espiritual de los hijos.
- Admitir nuestros errores y ser auténticos.
- Permitir que el Espíritu Santo nos guíe como padres y a amarlos.
Después de todo, reproduciré quién soy en ellos en lugar de lo que digo o hago.
Renzo y Sarabi Peñaherrera, misioneros y pastores de la Iglesia Todas las Naciones en Sudáfrica
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