“Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas”. I Pedro 4:10
Aunque estamos viviendo en el mundo, nuestros ojos y corazones deben estar puestos en las cosas de Dios.
El mundo tiene sus propias reglas y principios, pero, no debemos dejarlos influenciar nuestras vidas porque nos llevan a la corrupción, sufrimiento y muerte.
Debemos seguir los principios de Dios y obedecerle para gozar de una vida abundante que le agrade y le honre.
Solo así podemos ser Sus influenciadores. Necesitamos aprender a valorar y luchar por las cosas eternas que duran, e imitar el ejemplo de Cristo, desarrollando vidas espirituales que encuentran vida abundante.
Las tentaciones comienzan por los ojos y oídos, todo lo que entra por allí, llega al corazón, afecta la mente y se refleja en el actuar.
Es ahí cuando una tentación se convierte en un pecado.
Es solo cuando tu vida está totalmente comprometida a Cristo y controlada por el Espíritu Santo que las tentaciones pierden su control sobre ti.
Debemos seguir los principios de Dios y obedecerle para gozar de una vida abundante que le agrade y le honre.
En la Gran Comisión de Dios (Mateo 28), Jesús nos dice que debemos ir al mundo y, a medida que vivimos nuestras vidas y hacemos nuestros quehaceres, debemos ir y hacer discípulos de Jesús a las personas en nuestro entorno.