
Porque nuestra exhortación no se basa en el error ni en malas intenciones, ni tampoco tratamos de engañar a nadie.
1 Tesalonicenses 2:3 RVC
Una iglesia construía su nuevo local de reunión. Cuando llegaron pastores/misioneros de otra iglesia ofreciendo su apoyo. Se trataba de un apoyo “sin compromiso” (como dijeron ellos).
Al terminar la construcción, donaron un equipo de sonido y sillas de plástico. De repente, reemplazaron al pastor titular por uno de sus pastores, y al final preguntaron a la iglesia si querían dejar su asociación indígena y pasarse a la suya, prometiéndoles más apoyo.
Los responsables de esta asociación afiliada a la FAIENAP se enteraron a tiempo y pararon el asunto.
Lamentablemente, lo que ocurrió en esta historia, no es el único acontecimiento, hay muchos más y en la mayoría de los casos ya no hay remedio… Durante los últimos años cada vez más organizaciones y “misioneros” intentan servir en las comunidades nativas de la Amazonía.
En sí, no está mal porque todavía hay mucha necesidad.
Pero hay dos cosas preocupantes:
1) Una falta de preparación en el área transcultural (que es otro tema grande a tratar).
2) En muchos casos están utilizando el ofrecimiento de cosas materiales como medio para entrar en iglesias ya existentes.
Lamentablemente hasta hoy en día, muchas denominaciones definen como “campo blanco” a los lugares (no solo en las comunidades indígenas), donde todavía no existe una iglesia de su propia denominación – no importa si ya existe una iglesia evangélica allí.
La idea es trabajar de manera “interdenominacional” y “apoyar para fortalecer el liderazgo y la iglesia”. Pero lamentablemente, en muchos casos el resultado es la división o aún peor la destrucción de iglesias locales (o asociaciones de iglesias) existentes.
Hay que reflexionar si es saludable comenzar otra iglesia en comunidades nativas que tienen unos 50 a 200 pobladores. La idea no es entrar en competencia.
En el caso de comunidades más grandes (más de 500) no hay nada en contra de levantar una obra nueva para alcanzar a los que todavía no han sido alcanzados por el evangelio. Sin embargo, el camino más saludable es iniciar la nueva obra desde cero, evangelizando a los no alcanzados y en coordinación con la iglesia ya existente – sin “llevar” para “su lado” al liderazgo de la otra iglesia o incluso dividiéndola.
Además, pensar bien si es saludable comenzar una nueva obra ofreciendo mucho apoyo material.
Si es el caso, es muy probable que muchos vengan solo a beneficiarse y no a escuchar del evangelio.
La solidez de una obra levantada con mucho dinero se demostrará recién cuando algún día se corte el apoyo.
Me apena que pastores y/o iglesias existentes se dejan comprar por “misioneros” para satisfacer sus deseos materiales – de la misma manera como Esaú vendió su primogenitura por un plato de comida para satisfacer su estómago. Sin duda, su comportamiento demuestra falta de madurez espiritual.
Me da más pena aun ver “pastores”, “misioneros” y organizaciones que hacen “la obra” de esa manera.
Me pregunto si conocen algo como la ética ministerial. Cada vez más me da la impresión de que no y de que estas cosas no ocurren “por casualidad” sino a propósito. Vale la pena leer 1 Tesalonicenses 2, allí Pablo describe entre otros su ética ministerial.
Por Jürgen Schmidt, asesor de la Fraternidad de Asociaciones de Iglesias Evangélicas Nativas de la Amazonía Peruana (FAIENAP)
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